18 de junio de 2008

EL FRENO A UN PODER SIN RAZONES ES UN PUEBLO EDUCADO EN LA CONSTRUCTIVIDAD SOCIAL

EL FRENO A UN PODER SIN RAZONES ES UN PUEBLO EDUCADO EN LA CONSTRUCTIVIDAD SOCIAL

Decía el padre Luigi Giussani que las pruebas y dificultades que aparecen en la realidad histórica
revelan qué es lo que verdaderamente sostenemos como importante, justo y verdadero. Por lo
tanto, revelan nuestro verdadero interés supremo.

A esta altura del largo y casi incomprensible conflicto (por injustificado y evitable) iniciado entre el
gobierno nacional y los sectores agropecuarios, que ya engloba a transportistas, industrias,
comercio, administraciones locales, dirigentes de todo tipo y ciudadanos de a pie, preocupa la
concepción y praxis de la función pública confiada por el voto popular que revela el gobierno.
Junto con los Obispos argentinos, sostenemos que un retorno sin vueltas a las instituciones de la
República, tanto en el gobierno nacional en sus tres poderes como en el fortalecimiento de los
gobiernos federales, es el camino posible y urgente de solución, mediante el debate, el diálogo y el
compromiso común, recuperando la representatividad para superar este estado de asamblea
permanente. La tarea insustituible de la promoción y custodia del bien común no puede ser dejada
de lado por las autoridades para abocarse en una demostración de fuerzas con importantes
sectores de la sociedad argentina.

Sin embargo, el camino emprendido por el gobierno ha sido el de dar saltos hacia adelante sin
enfrentar la realidad del presente. Así, los anuncios aparecen en forma unilateral, sectorizados,
como propaganda política que gira alrededor pero nunca tocan el punto de debate central.
Pero en esta fuga utópica que no ayuda a resolver las causas del conflicto, las señales de la
característica esencial del gobierno son cada vez más evidentes:
 Se ha transformado de gobierno nacional en gobierno de facción, de partido. En efecto, las
aseveraciones oficiales de los últimos días han sido primero declaradas por el partido
justicialista, transformado de hecho en el vocero del gobierno, utilizando a ministros y
gobernadores afines como propaladores principales.
 Intenta reemplazar al bien común por un proyecto impuesto desde el Estado. La legitimidad
del ejercicio del gobierno no incluye que la sociedad toda deba acatar proyectos que atenten
contra la sana, libre y solidaria construcción social. Es la sociedad, no el gobierno del Estado,
la que construye el bien común. La tarea de la función pública es favorecer, custodiar y
orientar esta construcción, no sustituirla; interviniendo con acciones estratégicas que los
organismos y grupos sociales no puedan proveerse por sí mismos .
 Se desconoce cualquier razonabilidad o justicia en reclamos, opiniones o llamados a la
revisión de lo actuado, descalificando al interlocutor pero sin atreverse a confrontar la verdad
de los mismos (como sucedió con el defensor del pueblo, los obispos, algunos dirigentes y
ciertos funcionarios provinciales).
 Sobre todo, ha faltado a una principalísima tarea de los gobernantes: buscar la pacificación
social. En cambio, ha insistido en ahondar las diferencias y ha colocado a todo aquel que no
se pliegue al proyecto oficial en la vereda de los enemigos del pueblo, exacerbando el
conflicto en una espiral preocupante, tratando de imponer la concepción de que el Estado es
el pueblo, el gobierno es el Estado y el partido es el gobierno, es decir, el partido es el
pueblo.
En este tiempo de confusión, es necesario mirar aquellos lugares donde el pueblo es educado en
una pasión por la verdad en libertad, solidario con todo aquel que encontremos en el camino.
Lugares, que teniendo como principal interés la persona concreta, permiten sostener esta
esperanza de edificar una casa más habitable para el hombre, libre, constructor inclaudicable, en
busca de su destino. Necesitamos un Estado que favorezca y reconozca la dignidad de todos los
ciudadanos, que no intente suplantarlos en el ejercicio de su libertad creativa.

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN – Junio 2008

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