6 de julio de 2010

Trabajemos por el bien común

Trabajemos por el bien común
 

José Luis Linares, Victoria Candela, Eduardo Tolosa, José Manuel Gómez, Lourdes Bachiller, Andrés Contreras, Cristina López, Pedro Jesús Pizarro06/07/2010

La situación ante el trabajo de cada día es igual para todos los trabajadores, sean o no funcionarios. Todos necesitamos, no sólo ganarnos la vida de una forma digna, sino además que la actividad que realizamos nos construya, nos permita sentirnos útiles, creadores, en definitiva, que el tiempo que dedicamos crecientemente al trabajo nos haga sentirnos más vivos, más felices.

A raíz de las decisiones tomadas por el Gobierno en relación con la reducción de gastos en las Administraciones Públicas para hacer frente a las dificultades financieras del Estado, se sitúa en el centro de la actualidad la actividad (más incluso que el salario) de aquéllos que trabajamos en lo que se denomina sector público. La sociedad (ciudadanos, empresarios, medios de comunicación, incluso políticos) en ocasiones parece no reconocer el trabajo que desarrollan los trabajadores públicos, olvidando así que todos estamos llamados al bien común, a hacer una sociedad mejor.

Las consecuencias de la crisis y los momentos de incertidumbre económica y social que estamos viviendo, nos obligan a preguntarnos sobre las causas de la actual situación y a la necesidad de encontrar soluciones conjuntas e integrales y por tanto justas. Asistimos a una profunda crisis cultural que ha derrumbado la creencia en un progreso económico basado en una globalización (especialmente de los mercados financieros), los recursos ilimitados y la revolución tecnológica que nos llevaría a un mundo más rico y por tanto más justo. Creíamos individualmente y como comunidad poder enriquecernos rápidamente, con poco esfuerzo y de manera autosuficente, y nos hemos despertado todos más pobres, más débiles, y más dependientes de los demás.

La pregunta que surge es ¿cómo podemos construir de nuevo sobre unas bases renovadas? ¿Cómo podemos ser optimistas de manera no ingenua? y ¿cómo hacerlo trabajando en el sector público, señalado por muchos como parte del problema y no como parte de la solución? Esta pregunta es la que más nos urge ya que más que el recorte salarial (nunca pensamos llegar a millonarios cuando opositamos), lo que más deseamos es sentirnos constructores de una sociedad más justa, y que se cumplan nuestros deseos de felicidad también en nuestros puestos de trabajo.

La persona encuentra el sentido del trabajo si asume sus circunstancias con responsabilidad y coherencia. Quien se toma en serio su trabajo genera esperanza a su alrededor. El trabajo en el sector público es una vocación al bien común con la misma profesionalidad y coherencia que en el sector privado; es un ámbito privilegiado de gratuidad, porque es posible poner rostro al objeto de este trabajo, en cada persona que se acerca a la Administración.

Nuestra experiencia es que para un verdadero desarrollo económico, social y político, es decir, un verdadero desarrollo humano de la sociedad, es necesario dar espacio al principio de gratuidad y el trabajo dirigido al bien común, y esto es válido para todos, independientemente de que uno trabaje en las instituciones públicas o en el sector privado. La lógica mercantil que no esté enfocada a la consecución de un bien común  ha demostrado que produce graves desequilibrios, así como la lógica del Estado que quiere imponer la justicia de manera ideológica y no fundamentada en la realidad del hombre concreto con todos sus factores, incluido su carácter trascendente.

Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate señala que un desarrollo nuevo basado en la gratuidad y la fraternidad necesita de las tres instancias mercado, estado y sociedad civil que nos haga sentirnos a todos responsables de todos, creando nuevas formas de cooperación y una nueva civilización de la economía con mayor conciencia comunitaria, moral y de justicia.

Por todo ello se equivocan quienes desde la política, de los medios de comunicación social o desde el mundo empresarial creen que la solución pasa por un debilitamiento de las instituciones y de las personas que trabajan en ellas, y que el recorte salarial de los funcionarios, en el caso de que verdaderamente fuera necesario, debe ir acompañado de una llamada a todos a valorar lo que representa el trabajo de estos para el bien común.

Asistimos, y las decisiones del Gobierno así lo hacen notar, a una reducción de las relaciones personales a criterios y términos económicos, por lo que en el sector público parece que todo da igual hagas lo que hagas, te va a dar lo mismo.

Es importante reconocer el papel del sector público como un motor más del bien común, con funcionarios que sean conscientes de su tarea y con ciudadanos que reconozcan el servicio que reciben, recuperando en las relaciones el sentido de los humano.

Por ello la solución no pasaría únicamente por aumentar o disminuir la estructura del Estado o acometer una reforma o modernización, sino principalmente por potenciar a la persona, tarea en la que nadie sobra, ni en el sector privado, empresarios y trabajadores, ni en el sector público, políticos y funcionarios. Es necesario, por encima de los beneficios y los salarios, de lo público y de lo privado, incluso de las leyes, creer en el hombre, que necesita a los demás para desarrollarse, para ser hombre.

Esta nueva mentalidad basada en los principios del amor en la verdad de cada hombre, ayudará cada día a desarrollar mejor el trabajo en el sector público, y supondrá una invitación a redescubrir la humanidad que hay en cada persona, compañeros  y jefes, y en cada uno de los ciudadanos y las empresas e instituciones civiles que debemos atender cada día.

Es evidente que en la construcción de de esta nueva economía y sociedad no sólo justifica, sino que exige sacrificio salarial, profesional y personal, y por eso la huelga independientemente de si se realizó, no soluciona el problema, y hay que hacer, especialmente en estos momentos de crisis, una llamada permanente a la responsabilidad de cada individuo para trabajar con tanta intensidad por el bien común como para reclamar también los derechos, en la certeza de que esto sólo es posible reconociendo la centralidad de la persona a partir de sus deseos de belleza, justicia y paz, que tienen su expresión a través del trabajo concreto.

Ciudad  Autónoma de Buenos Aires
ARGENTINA